Sobre mí

Cenizas

Hemos dicho palabras,

palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.

Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.

Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
fases como olas,
frases con alas.

Hemos inventados nuevos nombres
para el vino y la risa,

para las miradas y sus terribles
Alejandra Pizarnik

caminos.

Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oro-
arrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo.

-Alejandra Pizarnik

Confesión

 Mentiría si digo que no tengo miedo.

Le temo a la enfermedad, a la humillación. 

Como todo el mundo tengo mis sueños.

Pero he aprendido a esconderlos,

a cuidarme a mí misma

de la plenitud: cualquier felicidad

atrae a las Furias del Destino.

Son hermanas, salvajes.

No poseen ningún tipo de emoción,

sólo envidia.

-Louise Glück 

 Las aguas del mar

Clarice Lispector


Ahí está él, el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y aquí está la mujer, de pie en la playa, el más ininteligible de los seres vivos. Como el ser hu­mano hizo un día una pregunta sobre sí mismo, volvién­dose el más ininteligible de los seres vivos. Ella y el mar.

Sólo podría haber un encuentro de sus misterios si uno se entregara al otro: la entrega de dos mundos incognos­cibles hecha con la confianza con que se entregan dos comprensiones.

Ella mira el mar, es lo que puede hacer. Y su mirada está limitada por la línea del horizonte, es decir, por su incapacidad humana de ver la curvatura de la Tierra.

Son las seis de la mañana. Sólo un perro suelto vaga por la playa, un perro negro. ¿Por qué un perro resulta tan libre? Porque él es el misterio vivo que no se indaga. La mujer vacila porque va a entrar.

Su cuerpo se consuela con su propia exigüidad en re­lación con la vastedad del mar porque es la exigüidad del cuerpo lo que le permite mantenerse caliente y es esa exi­güidad que la vuelve pobre y libre, con su parte de liber­tad de perro en las arenas. Ese cuerpo entrará en el ilimi­tado frío que sin rabia ruge en el silencio de las seis. La mujer no lo sabe, pero está realizando una hazaña. Con la playa vacía a esa hora de la mañana, ella no tiene el ejemplo de otros seres humanos que transforman la en­trada en el mar en simple juego liviano de vivir. Ella está sola. El mar salado no está solo porque es salado y gran­de, y eso es una realización. A esa hora ella se conoce menos todavía de lo que conoce el mar. Su hazaña es, sin conocerse, entretanto, proseguir. Es fatal no cono­cerse, y no conocerse exige valor.

Va entrando. El agua salada está tan fría que le eriza en ritual las piernas. Pero una alegría fatal —y la alegría es una fatalidad— ya la posee, aunque todavía no se le ocurra sonreír. Por el contrario, está muy seria. El olor es de una marejada atontadora que la despierta de sus más adormecidos sueños seculares. Y ahora ella está aler­ta, aun sin pensar. La mujer es ahora compacta y leve y aguda; se abre camino en la gelidez que, líquida, se opo­ne a ella, mientras la deja entrar, como en el amor, en que la oposición puede ser una petición.

El camino lento aumenta su valor secreto. Y de repente ella se deja cubrir por la primera ola. La sal, el yodo, todo líquido, la dejan por un instante ciega, escurrién­dose (espantada, de pie, fertilizada).
Imagen: película Julieta, de Pedro Almodóvar


Ahora el frío se convierte en hielo. Avanzando, ella abre el mar por el medio. Ya no precisa valor, ahora ya es antigua en el ritual. Baja la cabeza dentro del brillo del mar, y retira una cabellera que sale escurriéndose so­bre los ojos salados que arden. Brinca con la mano en el agua, pausada, los cabellos al sol, casi inmediatamen­te endurecidos por la sal. Con la concha de las manos hace lo que siempre hace en el mar, y con la altivez de los que nunca dan explicaciones ni a ellos mismos: con la concha de las manos llenas de agua, bebe en grandes sorbos, buenos.

Era eso lo que le faltaba: el mar por dentro como el líquido espeso de un hombre. Ahora ella está toda igual a sí misma. La garganta alimentada se contrae por la sal, los ojos enrojecen por el sol, las olas suaves la golpean y retroceden, pues ella es una muralla compacta.

Se sumerge de nuevo, de nuevo bebe, más agua, aho­ra sin ansiedad, pues no precisa más. Ella es la amante que sabe que lo tendrá todo, otra vez. El sol se abre más y la eriza, al secarla, ella se sumerge de nuevo; está cada vez menos ansiosa y menos aguda. Ahora sabe lo que quiere. Quiere quedar de pie, parada en el mar. Así que­da, pues. Como contra los costados de un navio, el agua bate, vuelve, bate. La mujer no recibe transmisiones. No precisa comunicación.

Después camina dentro del agua, de regreso a la pla­ya. No está caminando sobre las aguas —ah, nunca ha­ría eso después de que hace miles de años ya alguien ca­minara sobre las aguas—, pero nadie le puede quitar eso: caminar dentro de las aguas. A veces el mar le opone re­sistencia, empujándola con fuerza hacia atrás, pero en­tonces la proa de la mujer avanza un poco más dura y áspera.

Y ahora pisa en la arena. Sabe que está brillante de agua, y de sal, y de sol. Aunque lo olvide dentro de unos minutos, nunca podrá perder todo eso. Y sabe de algún modo oscuro que sus cabellos escurridos son de náufra­go. Porque sabe que ha corrido un riesgo. Un riesgo tan antiguo como el ser humano.


Traducción: Cristina Peri Rossi

"He ganado yo"



“El sueño va sobre el tiempo
 flotando como un velero.
Nadie puede abrir semilla
en el corazón del sueño”.


En estas imágenes ficcionales, Lorca escucha a Camarón: https://www.rtve.es/alacarta/videos/el-ministerio-del-tiempo/ministerio-del-tiempo-lorca-escucha-camaron-cantando-versos/5579065/

Hace tres meses vi el documental "La maleta mexicana". En este se cuenta la historia de la aparición -70 años después- de unos negativos de los afamados fotógrafos Robert Capa, Gerda Taro y Chim, quienes retrataron la Guerra Civil Española. 

El hallazgo y el revelado de los rollos constituyen un viaje en el tiempo que supera la ficción. El tejido narrativo incluye una búsqueda de respuestas en el presente a través de una ¿arqueología mortuaria? y de la fotografía documental como "brújula" para hacer justicia a los dolientes de la guerra: los muertos, los exiliados y los descendientes.

Todo eso me hizo pensar en el fusilamiento de Lorca, camino a Víznar, y este episodio del Ministerio del Tiempo, en la memoria imperecedera que suponen la literatura y la música. No existe duda, Federico ganó, pues solo puede ganar quien perdura con amor en la memoria de la gente.

Imposible no conmoverse y contener 'la lágrima' al escuchar a las leyendas del tiempo al sonido de la guitarra y el cajón flamenco. ¡Olé! [palmas].



"La leyenda del tiempo", Camarón de la Isla.

Menos idealización, más compasión


Hoy además de celebrar la dicha de la maternidad, continúa siendo un día para desmitificar las construcciones arquetípicas en cuanto a la figura de la madre. Deconstruir estas ideas posibilita otras formas de vivir la maternidad, una nueva manera de maternar: sana y amorosamente. 

Una vinculación afectiva segura, no dependerá únicamente de la madre, nos siguen vendiendo esta idea y no me refiero solo a Freud o Lacan. La responsabilidad de cuido continúa siendo desigual para muchas mujeres, pero cuando relativizamos tal presión y compartimos responsabilidades, es posible la conciliación entre el trabajo y ser mamá. 

Hoy como siempre, pienso en los múltiples discursos en torno al ejercicio de la maternidad: muchas opiniones, mucho lastre patriarcal... Ojalá un día podamos ser madres sin desaparecer como personas y de este modo, propiciemos la crianza de seres más responsables y autónomos.

Por otro lado, qué dañino es romantizar la maternidad -también la paternidad-, qué duro para quien su madre es un ser que le ha infligido daño profundo, pero que los mandatos sociales le dictaminan amar incondicionalmente a un ser con un nivel de desvinculación amorosa total y que al buscar alejarse, juzguen el acto como un pecado capital.

Yo tuve la dicha de tener dos figuras maternas: mi madre y mi abuela materna. En mi experiencia como madre confirmo que es un amor suprahumano, con tantos bemoles y aprendizajes, ahora nosotras estamos en otra etapa, una que en principio parecía un vendaval.

La adolescencia conlleva una escisión emocional para uno como madre o padre. Existe en los hijos, como dijo un amigo, "un fiero deseo de independencia intelectual y física".
Generalmente en este deseo surgen las discordancias y en esa aguerrida fuerza amorosa existe -en nosotros- un frenesí por 'salvarlos' y dejarlos ser a la vez, poco a poco lejos de nuestros muelles.

Para ambas, esta etapa ha sido una experiencia de crecimiento y descubrimiento: el luto por la dulce niña y la contienda en la definición de su personalidad (la aventura de REconocerse). Ahora me alegro que todo lo cuestione, incluso a mí -de eso se trataba- porque la perfección no existe ni en ella ni en mí, afortunadamente. Hoy somos un binomio indestructible.

Yo sigo 'descreyendo' de la maternidad como dicotomía, al mismo tiempo que adopto -a pesar de la RAE-, un término hecho verbo: maternar. 

Por último, interioricemos que ser madre es una decisión personal -deberá ser deseada- en la cual no hay un papel por seguir, como nos recuerda Mafaldita, siempre tan preclara, y sacudámonos para que la maternidad no signifique un grillete al desarrollo femenino. Sí, cuanta menos idealización, más compasión.

A mi Loa, gracias por seguirme enseñando todos los días y por poner a prueba mi paciencia y mis esquemas mentales: ha sido una aventura sin igual y el amor, único e incomparable.

Cuando el COVID fue tangible




Este es un breve relato en Spotify de cuando el COVID-19 transformó la cotidianidad de una profesora y cómo el paso del tiempo es visible durante la cuarentena.
https://open.spotify.com/episode/1EHIxsycseKwsXuqKFkSau



Eunice Odio, la escritora y el mito

Más allá de la imagen mitificada de ella, hubo -existe- una genial escritora.

“…por la noche vivía la vida bohemia, y dormía e iba desperdigando mis escasas pertenencias en casas de amigas y amigos, mi ropa, mis libros, mis revistas, mis fotos, yo Remedios Varo, yo Leonora Carrington, yo Eunice Odio, yo Lilian Serpas (ay, pobre Lilian Serpas), y si no me volví loca fue porque siempre conservé el humor…”
Bolaño, R. (2011). Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama.
https://thestudio.uiowa.edu/iowa-literaria/?p=1751



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Esta descripción parece una imagen cinematográfica:

En 1956, el escritor rumano Stefan Baciu la conoce en México y nos deja de ella un retrato inmejorable: "…Fuimos invitados por el poeta panameño Rogelio Sinán a su casa. Súbitamente oímos desde abajo, desde el primer piso, la música de un tocadiscos. Mirando desde arriba, vi en el salón, en medio de una rueda formada por los invitados, la cabellera de una mujer que bailaba, haciendo círculos y más círculos en un ritmo cada vez más endiablado, con los brazos extendidos y la cabeza vuelta para atrás, mirando hacia el piso de arriba, o, mejor dicho, hacia el cielo. Mirando bailar a la mujer que iba a conocer pocos instantes más tarde, con un vaso de highbal en la mano, sudando, casi transfigurada por el baile, hablando con varias personas al mismo tiempo, mirándonos con sus maravillosos ojos de eurasiática, me di cuenta que así solo podía bailar la poesía, y la poesía llamábase Eunice Odio".
file:///C:/Users/User/Downloads/eunice-odio-1922-1974-939862.pdf
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La creación de las aves, de Remedios Varo.

[Octavio] Paz me dijo en el colmo de la solemnidad y de la seriedad: “Tú, querida, eres de la línea de poetas que inventan una mitología propia, como Blake, como Saint–John Perse, como Ezra Pound, y que están fregados porque nadie los entiende hasta que tienen años o aun siglos de muertos”. ¡Qué consolador! Y ahora se va a dar un quemón. Como profeta es una pantufla, quizás porque no es cierto que yo haya “inventado una mitología”. Todos esos personajes son arquetipos de la vida, seres vivientes, no dioses semejantes a los hombres, sino elegidos parecidos a los dioses.
Si pudiera abrir mi gruesa flor, poema de Eunice Odio.



Poema de "Daltónica"

Karla Bolaños (1983)

Transitar el duelo 1

Una eternidad.
Dicen que cuando una persona pierde un miembro de su cuerpo, sigue sintiendo que lo tiene y que incluso le duele. Eso sucede cuando se pierde físicamente a un ser amado, como una alegoría del vocablo saudade, "la presencia de la ausencia".

No hay respuestas a mis preguntas, solo sé que nuestra ruta tiene encuentros felices con gente bella y eso es precisamente lo que hace tan valiosa la vida.

Inevitablemente la extraño y la voy a extrañar siempre. Fue una amistad fundada en hermandad, respeto, solidaridad, amor y comprensión; en la cual no tenía cabida la envidia y la competencia. Desterramos este tipo de actitudes propias de una sociedad patriarcal como la nuestra, por eso nos escogimos en esta vida. Como bien dijo un amigo:

"Los amigos son la familia que escogemos, la familia que no nos rodea por obra de la casualidad, sino obedeciendo la estricta necesidad de las afinidades más profundas y la recia voluntad a perdurar. Los amigos son el tesoro más preciado."

Antes de su partida le envié este video (https://www.youtube.com/watch?v=Mig3Axrgx4M) por mensaje privado y le dije que era muy "boli" para postearlo, pero que esa vara de los 30's me estaba volviendo irremediablemente cursi; y eso sí, el video condensaba con cierta gracia lacrimógena el sentido de la amistad y que la quería infinitamente.

Mi amiga fue la mejor hermana del alma, reitero con todo mi corazón que si las Letras no nos hubieran juntado, la habría buscado en cada rincón, debajo de cada piedrita, debajo de cada conchita hasta encontrarla.


El árbol de higos

Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.
De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.
Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.


-Sylvia Plath (1932).


...en contra y adentro nuestro.

Ninguna está destinada o condenada a amar a nadie.
Los accidentes suceden, no somos heroínas,
suceden en nuestras vidas como los choques de autos,
como los libros que nos cambian, los barrios
a los que nos mudamos y que llegamos a amar.
Tristan e Isolda es apenas la historia,
las mujeres al menos deberían conocer la diferencia
entre el amor y la muerte. Ninguna copa de veneno,
ninguna penitencia. Sólo el pensamiento de que el grabador
debería haber atrapado alguno de nuestros fantasmas: que ese grabador
no sólo reprodujo sino que debería habernos escuchado
y podido enseñar a las que vienen después de nosotras:
esto fuimos, así fue como intentamos amar;
y éstas son las fuerzas que ellos alinearon contra nosotras,
y éstas son las fuerzas que nosotras alineamos en nuestro interior,
adentro y en nuestra contra, en contra y adentro nuestro.

-Adrienne Rich (1929)




Cenizas

Hemos dicho palabras, palabras para despertar muertos, palabras para hacer un fuego, palabras donde poder sentarnos y sonreír. Hemos creado ...