Hoy además de celebrar la dicha de la maternidad, continúa siendo un día para desmitificar las construcciones arquetípicas en cuanto a la figura de la madre. Deconstruir estas ideas posibilita otras formas de vivir la maternidad, una nueva manera de maternar: sana y amorosamente. Una vinculación afectiva segura, no dependerá únicamente de la madre, nos siguen vendiendo esta idea y no me refiero solo a Freud o Lacan. La responsabilidad de cuido continúa siendo desigual para muchas mujeres, pero cuando relativizamos tal presión y compartimos responsabilidades, es posible la conciliación entre el trabajo y ser mamá.
Hoy como siempre, pienso en los múltiples discursos en torno al ejercicio de la maternidad: muchas opiniones, mucho lastre patriarcal... Ojalá un día podamos ser madres sin desaparecer como personas y de este modo, propiciemos la crianza de seres más responsables y autónomos.
Por otro lado, qué dañino es romantizar la maternidad -también la paternidad-, qué duro para quien su madre es un ser que le ha infligido daño profundo, pero que los mandatos sociales le dictaminan amar incondicionalmente a un ser con un nivel de desvinculación amorosa total y que al buscar alejarse, juzguen el acto como un pecado capital.
Yo tuve la dicha de tener dos figuras maternas: mi madre y mi abuela materna. En mi experiencia como madre confirmo que es un amor suprahumano, con tantos bemoles y aprendizajes, ahora nosotras estamos en otra etapa, una que en principio parecía un vendaval.
La adolescencia conlleva una escisión emocional para uno como madre o padre. Existe en los hijos, como dijo un amigo, "un fiero deseo de independencia intelectual y física".
Generalmente en este deseo surgen las discordancias y en esa aguerrida fuerza amorosa existe -en nosotros- un frenesí por 'salvarlos' y dejarlos ser a la vez, poco a poco lejos de nuestros muelles.
Para ambas, esta etapa ha sido una experiencia de crecimiento y descubrimiento: el luto por la dulce niña y la contienda en la definición de su personalidad (la aventura de REconocerse). Ahora me alegro que todo lo cuestione, incluso a mí -de eso se trataba- porque la perfección no existe ni en ella ni en mí, afortunadamente. Hoy somos un binomio indestructible.
Yo sigo 'descreyendo' de la maternidad como dicotomía, al mismo tiempo que adopto -a pesar de la RAE-, un término hecho verbo: maternar.
Por último, interioricemos que ser madre es una decisión personal -deberá ser deseada- en la cual no hay un papel por seguir, como nos recuerda Mafaldita, siempre tan preclara, y sacudámonos para que la maternidad no signifique un grillete al desarrollo femenino. Sí, cuanta menos idealización, más compasión.
A mi Loa, gracias por seguirme enseñando todos los días y por poner a prueba mi paciencia y mis esquemas mentales: ha sido una aventura sin igual y el amor, único e incomparable.